La Exigencia
A menudo, nuestra relación con la exigencia está marcada por las experiencias de nuestra infancia y juventud. Crecimos en entornos donde se nos imponían exigencias, algunas justas, otras absurdas, pero pocas veces se nos explicó su verdadero propósito.
Dr. Pedro Uriarte
12/12/20244 min read


El Poder de la Exigencia: Reconciliarnos con Una Herramienta Invaluable
A menudo, nuestra relación con la exigencia está marcada por las experiencias de nuestra infancia y juventud. Crecimos en entornos donde se nos imponían exigencias, algunas justas, otras absurdas, pero pocas veces se nos explicó su verdadero propósito. Nos exigieron sacar buenas calificaciones, cumplir con expectativas ajenas, o comportarnos de una manera específica, pero rara vez se nos mostró cómo la exigencia puede ser una herramienta para nuestro crecimiento. En lugar de aprender a utilizarla como una guía, desarrollamos rechazo hacia ella, asociándola con presión, frustración y juicio.
Así, al crecer, muchos de nosotros intentamos alejarnos de la exigencia, pensando que podemos crear y lograr únicamente desde el amor y la disciplina. Nos proponemos metas con compromiso y pasión, pero olvidamos que, sin exigencia, el amor puede convertirse en indulgencia, y la disciplina en un esfuerzo inconstante. La exigencia, lejos de ser negativa, es una fuerza transformadora cuando se utiliza con intención y equilibrio.
El Rechazo Injustificado a la Exigencia
El rechazo a la exigencia no nace de su verdadera esencia, sino de la forma en que se nos introdujo. Exigencias irracionales o descontextualizadas nos llevaron a asociarla con algo opresivo y dañino. Nos enseñaron a cumplir con expectativas externas, pero no a usar la exigencia para cumplir con nuestras propias aspiraciones. Por eso, al llegar a la adultez, muchos preferimos evitarla, creyendo que podemos alcanzar nuestros sueños sin someternos a un nivel profundo de compromiso y autoevaluación.
Sin embargo, al rechazar la exigencia, estamos dejando de lado una de las herramientas más poderosas para nuestra realización personal. Esperamos que los resultados lleguen, pero no nos damos completamente a los resultados. Nos decimos comprometidos, pero pocas veces nos entregamos. Y aquí está la clave: entregarnos al propósito, a la acción, al momento, es lo que nos permite reconectar con el poder de la exigencia y transformarla en autoexigencia.
La Entrega Como Clave de la Exigencia
Cuando digo: me entrego, algo cambia. Me entrego al contexto, a lo que quiero generar, a lo que espero lograr. La entrega implica estar al 100%, no dejar espacio para excusas ni distracciones. Ser una persona entregada significa vivir desde una conexión profunda con lo que quiero para mí. Y esta entrega, combinada con la autoexigencia, nos permite encontrar el balance perfecto entre acción, disciplina y propósito.
Al reconciliarnos con la palabra exigencia, dejamos de verla como un enemigo y empezamos a reconocerla como una aliada. La autoexigencia no tiene por qué llevarnos a la neurosis; al contrario, nos mantiene enfocados en lo que es valioso para nosotros, recordándonos por qué nos propusimos esa meta en primer lugar. Es esta reconciliación la que nos permite utilizar la exigencia con amor, con madurez, y con un propósito claro.
El Poder Transformador de la Autoexigencia
La autoexigencia vence a la procrastinación. Nos recuerda que nuestras metas no son negociables, que cada excusa o distracción es un obstáculo que podemos superar. Nos permite dirigir nuestra atención hacia lo que realmente importa, dejando de lado aquello que solo desvía nuestro camino. Con la autoexigencia, no solo hacemos lo que debemos hacer, sino que lo hacemos con entrega total, con la convicción de que estamos avanzando hacia lo que queremos construir.
Más que eso, la autoexigencia nos da forma. Nos permite nutrir nuestro saber, dirigir nuestro hacer, lograr nuestro tener, y, finalmente, permitirnos el dar. Es a través de ella que podemos moldear una vida de propósito, crear resultados significativos, y convertirnos en la persona que sabemos que podemos ser.
La Exigencia Como Motor de Transformación
Cuando la exigencia está alineada con el amor, deja de ser una imposición y se convierte en un acto de entrega consciente. Es el motor que impulsa nuestras acciones, el puente entre nuestras intenciones y nuestros resultados. La exigencia no es un enemigo; es una herramienta poderosa que, usada con sabiduría, puede ayudarnos a alcanzar todo aquello que esperamos de la vida.
Por eso, hoy elijo reconciliarme con la exigencia. La tomo como una aliada, una guía que me recuerda lo valioso de lo que espero para mí. Me entrego a mi propósito, me entrego a la acción, me entrego al momento, y desde esa entrega total, utilizo la autoexigencia para vencer mis miedos, procrastinación y dudas. Con ella, no solo alcanzo mis metas; me transformo en el ser que estoy destinado a ser.
Porque la exigencia da la forma, y la autoexigencia forma al ser. La autoexigencia con amor maduro forma al SER, El Ser impulsa el SABER, El Saber le da forma al HACER, El hacer me permite TENER, El tener me permite DAR y al Dar me DOY.
Dr. Pedro Uriarte. Especialista en Salud Mental
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