Espacio, tiempo y silencio de la presencia

Espacio, tiempo y silencio de la presencia

En esta vida, lo natural entre la gente es reaccionar a lo que hay. La prisa marca la pauta musical de toda esta era: no hay tiempo para observar. La mente, reflejada hacia el futuro, actúa con herramientas psicológicas que aprendió del pasado y trata de resolver algo en ese momento.

Hay que observar lo ridículo de esta situación. Por supuesto, el resultado es catastrófico: algo realizado a base de fuerza, lleno de atorones y parches de realidad y pasado. Nada se puede arreglar en el futuro con herramientas del pasado.

Necesitas algo más real: el momento presente, tu propia presencia en la vida. Para la prisa, se requiere parar, hacer esa pausa que te permita sentir tu propio ser, la adquisición del no-tiempo. En la presencia no hay tiempo, solo espacio lleno de una energía que te dará la respuesta al evento a resolver en el presente, algo nuevo y fresco.

¿Cómo crees que se compone la música? De sonidos y silencios. Así, de esa manera, se crean las más bellas sinfonías que, al parecer, le llegan al compositor desde lo alto. Ahora, ¿cómo vivimos nuestra vida? ¿Damos tiempo a ese espacio que es necesario para que surja en algún momento? ¿Damos ese espacio de silencios para la sinfonía de vida que estamos componiendo? ¿O solo hacemos ruido, ruido, ruido, como una máquina descompuesta y enmohecida?

Todas las enfermedades, lugares, escuelas y personas que me tocaron como relación no son más que la forma en que se me apareció el camino del SER, del guerrero de luz y de la esencia. No pudo ser de otra manera. Todas fueron relaciones espirituales, no me pedían nada y, al contrario, me entregaban los más grandes secretos profundos de su ser: comprensión, bondad y un amoroso compañerismo sin juicio.

Permíteme compartirte este relato de una experiencia. Es interesante cómo trabaja el universo a tu favor si le das la oportunidad de manifestarse:

Un domingo, me quejaba de las yerbas en el patio delantero de mi casa, que tenían una altura de aproximadamente 1.20 metros. Las observaba desde la ventana con una resistencia terrible a realizar el trabajo de podarlas.

Por fin me armé de valor, tomé cinco o seis bolsas plásticas grandes y empecé a cortar la yerba con las manos. Lo hacía con fuerza y un resentimiento enorme, diciéndome: “¿Por qué tengo que hacer esto? ¡Qué lata! ¿Por qué yo? ¡Se me van a estropear las manos!” Y así, y así... Llené las bolsas con la maleza, acabé exhausto, sudado y lleno de lodo, pues había llovido unos días antes.

Entré a casa y, desde la ventana, observé cómo emergía un ejército de bichos de todas partes: arañas, lombrices, cucarachitas... Todos caminaban en dirección a la puerta principal y sentí cómo me observaban enojados porque les había destruido su medio ambiente. Volví a mi hábito milenario de quejarme y temer que la casa se me inundara de bichos.

De repente, sentí que entró un aire fresco por la ventana... Me quedé quieto... en silencio... Después, en el cielo, observé una parvada de pajaritos urbanos que aterrizaron en mi patio, cantaban y comían cuanto bicho se les aparecía. En ese momento, una voz interna me decía:  “Mantente en silencio...”

¿Por qué no quieres vivir?
¡Sí, VIVIR AHORA!
¿Te gusta mucho tu pasado? ¿NO?
Entonces, ¿por qué vives allá?
Deja el miedo y vive HOY.

Ángel Cosío

No hay mejor momento que este momento

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"Soy grandeza en armonía permanente"