El núcleo de mi mensaje

Mi mensaje no llega con una explosión, sino con una respiración, un sutil empujón que susurra: “Oye, ¿alguna vez has considerado dejar de perseguirte la cola a través del tiempo?”. Mi discurso es el equivalente espiritual de alguien que, con calma, te dice que la casa no se está incendiando, que es tu mente activando la alarma de humo cada pocos segundos. En este discurso discretamente radical, no presento la iluminación como una epifanía en la cima de una montaña. Te la ofrezco como una taza de café y dice: “Ya está aquí. No lo derrames”.

¿El núcleo de mi mensaje? Todos estamos enredados en el espagueti de nuestros pensamientos, tan aferrados a los tenedores del pasado y del futuro que olvidamos que tenemos un plato perfectamente bueno —el momento presente— justo frente a nosotros. Estamos hipnotizados, hechizados, atrapados en el bucle como un disco rayado, y te recuerdo con suavidad que la música nunca se detuvo. Simplemente dejamos de escuchar el silencio entre las notas.

Pinto una imagen del ser humano moderno como un equilibrista mental, caminando entre el “debí haber” y el “¿qué pasaría si?”, cuando en realidad lo único que necesitamos es bajarnos de la cuerda y aterrizar con ambos pies en el suelo firme del ahora. Y aquí viene el giro: esa supuesta “otra orilla” de la iluminación hacia la que remamos sin descanso… resulta que siempre hemos estado parados sobre ella, demasiado ocupados revisando nuestro GPS mental como para notarlo.

No empujo, no predico, no evangelizo. Señalo, a menudo con largos silencios, como dejando que las palabras resuenen en tu propio cañón interior. Hablo como alguien que sabe que el verdadero tesoro no está en las fantasías del futuro, sino en la quietud escondida detrás de los cojines del sillón donde vives tu día a día. La “autorrealización”, con otras palabras, no es una medalla de oro que ganas tras años de acrobacias espirituales. Es más como darte cuenta de que has llevado los lentes puestos todo el tiempo.

Lo refrescante —y francamente, algo irreverente— es cómo le damos la vuelta al guion habitual del buscador espiritual. Nada de perseguir luciérnagas de verdad en el bosque de gurús y metas. Solo mira dónde estás. Escucha el silencio entre las palabras. Aqui en este momento está toda tu existencia.

Y si todavía estás esperando a que el desfile de la iluminación pase marchando por tu avenida mental, el consejo de que te puedo dar es, esencialmente: “No esperes los fuegos artificiales. Enciende la vela”. Sí, nuestras mentes son reinas del drama, lanzando berrinches, malabareando preocupaciones y narrando nuestras vidas como si fueran una telenovela. Pero debajo de ese caos hay un testigo silencioso, un portero intemporal en el club de la conciencia que lo ha visto todo y no se inmuta. Ese es el espacio en el que te invito, no como un salón VIP de unos pocos iluminados, sino como el estado por defecto que todos olvidamos que teníamos.

En un mundo adicto al ruido,  mi mensaje es como un buen chiste contado con seriedad: discreto, sabio y subversivamente transformador. No estoy gritando por encima del caos. Estoy señalando una salida. Y no implica escalar un pico del Himalaya, recitar mantras, ni comprar un solo incienso.

“Obsérvalo.” En el momento en que lo haces, ya no estás esperando. Estás en casa.

Así que, para resumirlo: si tu mente es un circo, Hoy te muestro dónde está la puerta de salida:

NO hay mejor momento que este momento ...

Angel Cosio

www.angelcosiomomentos.com

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"Soy grandeza en armonía permanente"