Cuando la vergüenza apaga el cuerpo
Esa sensación de encogimiento, de no poder hablar, de querer esconderte o desconectarte del mundo, no es solo una reacción emocional: es una respuesta fisiológica real. Y según el neurocientífico Stephen Porges, tiene una explicación fascinante y profundamente humana.
DIVULGACIÓNREFLEXION
Angel Cosio
7/4/20253 min read


Cuando la vergüenza apaga el cuerpo
¿Alguna vez te has sentido tan avergonzado que simplemente quisiste desaparecer? Esa sensación de encogimiento, de no poder hablar, de querer esconderte o desconectarte del mundo, no es solo una reacción emocional: es una respuesta fisiológica real. Y según el neurocientífico Stephen Porges, tiene una explicación fascinante y profundamente humana.
En este artículo te explico cómo la vergüenza activa lo que Porges llama la respuesta de shut-down o “apagado” del cuerpo, una función de nuestro sistema nervioso que puede alejarnos de los demás… y de nosotros mismos.
La vergüenza como amenaza para nuestro sistema nervioso
La Teoría Polivagal, desarrollada por Porges, plantea que el sistema nervioso autónomo no solo responde al peligro físico, sino también a señales de amenaza social y emocional. En otras palabras: sentirnos juzgados, excluidos o humillados puede activar los mismos circuitos que se disparan ante un ataque físico.
Porges introduce el término neurocepción: la capacidad del cuerpo de detectar seguridad o peligro sin necesidad de pensar en ello. Cuando sentimos vergüenza intensa, nuestro cuerpo no lo interpreta como “un simple error social”. Lo interpreta como una amenaza a nuestra supervivencia relacional, y responde de forma automática.
Del estrés al colapso: el shut-down como mecanismo de defensa
Cuando el sistema nervioso percibe que luchar o huir no es posible —por ejemplo, en una situación social donde no hay escapatoria ni defensa— se activa un sistema más antiguo: el nervio vago dorsal. Esta es la ruta del colapso, de la inmovilización.
¿El resultado? Nos apagamos. Emocional, física y mentalmente.
Nos cuesta mantener el contacto visual.
Nos sentimos vacíos, sin energía, con ganas de desaparecer.
Podemos experimentar confusión mental, disociación, incluso adormecimiento corporal.
Es común que nos retraigamos o nos aislemos.
Todo esto no es debilidad. Es biología. Es el cuerpo protegiéndose del dolor psicoemocional.
La vergüenza crónica y sus consecuencias invisibles
Cuando este patrón se repite con frecuencia —por ejemplo, en personas que crecieron con mucha crítica, castigo o abandono emocional— el sistema nervioso aprende que "relacionarse" es peligroso.
Con el tiempo, esto puede derivar en:
Ansiedad social
Depresión
Adicciones
Autoexigencia extrema
Trastornos disociativos
Sentimientos de no pertenecer o no ser suficiente
Estas no son fallas de carácter. Son adaptaciones neurobiológicas a entornos que alguna vez fueron emocionalmente inseguros.
¿Cómo salimos del shut-down? Volviendo a la seguridad
La buena noticia es que este sistema también puede reentrenarse.
Porges propone que el camino de regreso a la conexión pasa por activar el nervio vago ventral, que es el circuito del sentirse seguro, conectado y regulado. ¿Cómo se activa? A través de experiencias que envíen señales de seguridad al cuerpo:
Respiración profunda y pausada
Movimiento suave, como el yoga o caminar en la naturaleza
Voz cálida, música suave, contacto visual compasivo
Relaciones terapéuticas o vínculos seguros donde no se nos juzgue
El cuerpo necesita nuevas experiencias somáticas para soltar la armadura de la vergüenza y reabrirse a la vida.
La vergüenza necesita compasión, no corrección
Ver la vergüenza como una respuesta automática del sistema nervioso cambia por completo nuestra forma de abordarla. Ya no se trata de “quitarla” o “corregirla”, sino de comprenderla y acompañarla desde la amabilidad y la autorregulación.
Cuando sentimos vergüenza, lo que más necesitamos no es un juicio, ni un consejo rápido, ni una orden de “superarlo”. Necesitamos seguridad. Necesitamos conexión.
La vergüenza se disuelve cuando el cuerpo vuelve a sentir que no está solo.
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Tu cuerpo no te traiciona. Solo quiere protegerte.
Angel Cosio
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